preuniversitario

PSU: Maratón de casi 300.000 competidores

En el último proceso PSU más de 295.000 jóvenes debieron prepararse para rendir este examen que determina, en gran parte, sus posibilidades para ingresar a la educación superior. Muchos de ellos realizaron su preparación sólo en el colegio y otros, pensando en mejorar su rendimiento, asistieron a algún preuniversitario convencional (aquellos que imparten clases con módulos de más de 10 alumnos, invierten en publicidad masiva en medios de comunicación y recorren los colegios intentando reclutar nuevos alumnos a través de sus agentes de venta).

La esperanza:

La preparación PSU, al contrario de lo que algunos piensan, no consiste sólo en una transferencia de conocimientos, ni siquiera sólo en un proceso de adiestramiento, para los jóvenes quiénes la rinden y sus familias es un largo viaje de desgaste emocional, presión intelectual, inseguridad por expectativas inciertas, ansiedad por enfrentar un futuro cercano que los pondrá a prueba. Todas estas circunstancias son consideradas por los preuniversitarios  para ofrecer sus servicios y captar miles de alumnos. A los mejores alumnos de cada colegio les ofrecen “becas”  asegurándose así que los mejores estudiantes queden inscritos, para después mostrar su “excelencia académica” en la publicidad del año siguiente. Sin embargo,  esos estudiantes, con alto nivel de rendimiento escolar, darían una excelente PSU con o sin preuniversitario.

La realidad de un preuniversitario masivo:

Con más de 10 alumnos por sala, es evidente que los profesores no pueden resolver las dudas de todos y, siguiendo la estrategia indicada, tienden a privilegiar el avance de los alumnos mejor prospectados, quedando una gran mayoría con las mismas dudas que ya tenían desde antes. Para toda esa gran cantidad de alumnos, ir al preuniversitario convencional es como volver otra vez al colegio pero en horario casi vespertino, sin considerar que muchos de ellos llegan atrasados o ni siquiera asisten. Para ellos el proceso de preparación podría ser un fracaso, sino dependiera solo de un altísimo grado de compromiso de su parte, el cual, por lo general, nunca tuvieron durante sus años de estudio en el colegio. Finalmente, la conciencia de la familia descansa sólo en el hecho de haber contratado un “preu” con la idea de que eso asegurará el ingreso de sus hijos a la educación superior, o , al menos, un mejor desempeño en la PSU.

La desilusión:

La insistencia de enmarcar esos “puntajes nacionales” en la publicidad de los preuniversitarios masivos es la columna vertebral de su estrategia comercial, y esta no fallará, pues se preocuparon de elegir para sus filas a los mejores de cada colegio con tentadores estímulos. El problema no es ese, ellos tendrán igualmente asegurado un buen puntaje gracias a sus habilidades personales académicas, el problema es para el resto de alumnos y sus familias, quiénes confiaron sólo en el hecho de contratar un “preu”,  y a mitad del proceso, o peor, al final de éste, se dieron cuenta de que en el entramado comercial las metodologías industriales de éstos poco o nada tenían que aportar para sus hijos.

La inversión se transformó en gasto y muchas familias quedaron además endeudadas, ya que, aunque el servicio no cumplió con las expectativas, se paga por adelantado y no hay devolución por esa causa ( ver: https://www.reclamos.cl/sector/1475) . Las estadísticas del DEMRE son muy ilustrativas al respecto, el 82% de los alumnos que rinden PSU obtienen menos de 550 puntos y cerca del 35% menos de 450 puntos, que es el puntaje  mínimo para postular a las universidades SUA ( Sistema Único de Admisión).

Hay familias que incluso habiendo pasado por esta amarga experiencia tienden a repetir el experimento, pensando que la falla estuvo en sus hijos. Quizás en ese momento deberían recordar la frase de Einstein:

“Si buscas resultados distintos no hagas siempre lo mismo”.

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