
La PTU? La PSU? La PDT?…ya poco importa el nombre que el DEMRE haya inventado para hacer creer a estudiantes y familias que la antigua prueba de admisión no existe; tal como hemos dicho en otra ocasión, la prueba de admisión no es el problema sino solo el termómetro de una larga enfermedad asociada a la deficiente calidad de la educación en Chile, y no solo en los colegios públicos, en nuestro preuniversitario, durante al menos 20 años, hemos podido comprobar como colegios con un alto cobro de mensualidad no han sido capaces de abarcar todas las materias de los respectivos temarios de la prueba ni preparar en forma suficiente a sus alumnos para enfrentar este desafío. Lamentablemente muchos apoderados se quedan tranquilos pensando que “en el colegio tienen preparación preuniversitaria”, pero se trata más bien de “convenios “entre el colegio y preuniversitarios masivos o, simplemente, se trata de una extensión de jornada en las horas de la tarde para cumplir el pago de ingresos adicionales a sus profesores debido a la jornada completa (otra pésima decisión de la autoridad en materia pedagógica). Otros padres confían que el solo haber inscrito a sus hijos en un preuniversitario industrial con publicidad masiva puede cambiar su destino académico, sin considerar que, para esas empresas solo importa el número de matriculados y poder obtener algunos puntajes nacionales que les permita mantener la fama para el año siguiente.
Llevamos años con diferentes sistemas de selección universitaria y si hay algo que no ha cambiado es: que un alumno no podrá aumentar su rendimiento mientras se mantenga bajo un régimen similar al que ya tenía en el colegio (clases impersonales con más de 10 alumnos por sala). Siempre la opción que realmente garantiza el máximo rendimiento es el sistema de 1 profesor 1 alumno, clases personalizadas, que permitan detectar las falencias, habilidades y perfil académico de cada alumno, potenciando su aprendizaje y entrenándolo en forma individual para los tipos de ejercicios que estás pruebas demandan, transformando, además, un gasto en una verdadera inversión para su futuro.
Y este año, ya tenemos nuevos resultados pero una situación similar, nada ha cambiado demasiado. Veamos, en primer lugar, sólo el 85% de los inscritos se presentó a rendir la prueba, algunos lo interpretan como un éxito porque la cifra está tres puntos porcentuales por sobre la tasa de rendición del año pasado, sin embargo, olvidan que el año pasado fue el peor año de toda la historia de esta prueba en cuanto a alumno que pudieron rendirla, debido a que, incluso, debió suspenderse la prueba de Ciencias Sociales debido al boicot de una minoría violentista.
Por otra parte, a pesar de todas las modificaciones estratégicas (anti) pedagógicas que se han implementado durante años para acortar la famosa brecha entre colegios particulares y públicos no han podido vencer la inercia del sistema educativo. Este año hubo una leve disminución respecto del año anterior y las autoridades cantan victoria por este acontecimiento, pero no consideran que la gran mayoría de los colegios el año pasado apenas tuvieron clases, la calidad de la educación el 2020, a pesar del esfuerzo de muchos profesores, dejó mucho que desear, prácticamente a los alumnos les mantuvieron las mejores notas del año anterior sin muchas exigencias académicas; esto, tanto en los colegios públicos como en los particulares. Es decir, si este año el desempeño PTU de colegios públicos y privados estuvo más parejo, fue principalmente porque en la práctica no hubo proceso educativo. No es posible considerar que esta prueba fue exitosa para cumplir con este objetivo, ya que, si miramos el ranking de los 100 colegios con los más altos puntajes encontramos, una vez más, un 96% de colegios particulares pagados y sólo 4 colegios públicos en todo el país. Sin mencionar, que los otrora “liceos emblemáticos” ya desde hace un par de años que definitivamente salieron del ranking para no volver, disminuyendo, además, su matrícula a niveles históricos. Este punto, aunque pocos lo digan, marca el fracaso total de cualquier política pública en materia educacional y ha ocurrido a pesar de los millones de dólares que se le han inyectado al sistema estatal.
Que los puntajes nacionales se duplicaron (230 alumnos obtuvieron 850 puntos), es correcto, pero sólo en comparación al año pasado (cuando hubo 108), no es una tendencia, de hecho, la cifra es similar a las del año 2019 (cuando hubo 211). Desde el punto de vista geográfico, el mapa de resultados se mantiene inalterado, la Región Metropolitana, a pesar de que es la región con más postulantes, lidera el puntaje promedio con 511 puntos en Matemática, 512 puntos en Lenguaje, 513 puntos en la prueba de Ciencias Sociales y 516 en la prueba de Ciencias; mientras, el resto de las regiones muestra un promedio bajo los 505 puntos en todas las pruebas. Esto es particularmente evidente en las regiones del Norte donde este fenómeno se ha transformado en algo crónico.
En fin, mientras el sistema educativo en Chile se mantenga con este perfil decadente y las políticas públicas sigan en manos de quiénes no son expertos en educación sino en medidas populistas, el dinero de los ciudadanos seguirá evaporándose desde las arcas fiscales y lo que es peor, la mayoría de nuestros hijos están condenados a enfrentar su futuro con la incertidumbre que asegura el pobre desempeño pedagógico e institucional de nuestro país. Si se concentraran los recursos en manos de quienes saben, se perfeccionara la carrera pedagógica concentrándose en quiénes tienen vocación y se pusieran los estímulos adecuados en los actos de productividad educativa todo lo que comentamos más arriba sería cosa del pasado.